Almaplena
¿Todas las mujeres podemos amamantar?
Para mí la respuesta a esta pregunta era obvia: ¡Por supuesto!
Además, muchísimas amigas y cuentas en RRSS me lo confirmaban.
Lamentablemente mi historia fue muy distinta... En la víspera de mi primer hijo me enfoqué en aprender todo lo necesario para ser la mejor madre y entre esa preparación estuvo de primero en mi lista el curso de lactancia (excelente y recomendado, por cierto) que me empoderó aún más con la idea de dar pecho de manera exclusiva y sin sufrimiento.
Llegó el tan esperado día en el que viví una maravillosa experiencia de parto respetado, permitiéndome realizar apego primario con mi guagüita para brindarle las tan ansiadas gotitas de mi calostro.
Todo iba viento en popa hasta que tuve mi primer choque con la realidad en uno de los primeros controles pediátricos:
- Tú nunca serás capaz de producir suficiente leche porque tienes prótesis mamarias, así que suplementa con fórmula o tu hijo caerá en desnutrición-
Estas palabras retumbaron en mi cabeza como una sentencia espantosa de una condición que no estaba preparada para vivir.
Yo siempre me visualicé como una mamífera lechera entregada a satisfacer todas las necesidades de mi cría, veía con admiración y esperanza a las madres que amamantaban orgullosas en la calle e incluso veía con un poco de desdén a aquellas que optaban por el biberón, entonces: ¿Cómo era posible que una cirugía me robara uno de los episodios más hermosos de ser madre?
¿Cuántas mujeres andan por el mundo sin poder dar pecho a sus hijos por una operación?
¿Por qué nadie me alertó sobre esta situación? ¿No era que las ganas y la práctica garantizaban el éxito de la lactancia? Definitivamente una lección muy dura se estaba construyendo en ese momento.
Cómo era posible que una cirugía me robara uno de los episodios más hermosos de ser madre?
Apoyada y motivada por mi roble sostenedor (mi marido), decidí no quedarme con esa versión y consultar a especialistas en lactancia (además de cambiar inmediatamente de pediatra) pero el veredicto no fue alentador: En efecto sufría de hipogalactia, una condición física que me impedía producir más de cierta cantidad de leche por diversas razones, entre las cuales podía estar la cirugía, pero era incierto y no había forma de comprobarlo.
Debo admitir que en ese momento me sentí derrotada y castigada por la naturaleza, mi sueño más grande se desmoronaba sin que pudiera hacer algo para remediarlo, cada vez que veía a una mujer amamantando me sentía inmensamente triste, defectuosa y al mismo tiempo muy cansada de lavar y sanitizar tantos utensilios que entraron a escena con la nueva condición.
Sin embargo, en esos momentos siempre aparecen personas hermosas que te llenan de fuerza y te hacen ver la otra cara de la moneda: Primero que nada ¡Yo sí puedo amamantar! ¡Todas las madres podemos!
Quizás no de manera exclusiva, pero esos pocos mililitros que mi cuerpo produce con tanto esfuerzo son más valiosos que cualquier medicina o suplemento y están diseñados específicamente para mi bebé.
Segundo, complementar con fórmula no me hace menos madre, no implica perder apego, lo más importante es el amor con el que le ofrezco a mi hijo todo lo que está a mi alcance para ayudarlo a crecer sano y feliz. Así que si tú eres una mamita que ha estado o está en mis zapatos, quiero transmitirte a través de mi relato la seguridad que necesitas para continuar en este duro proceso sin lastimarte tanto a ti misma. Si, por el contrario, eres una mamita bendecida con el don de producir toda la leche que tu bebe requiere, agradécelo todos los días y tenlo presente siempre que el cansancio se apodere de ti y desees desistir.
Por Mariale, mamá de la Comunidad
