Mi diario encuadre compasivo
- Almaplena
- 20 feb
- 5 Min. de lectura
Entre los libros y cuadernos que me acompañaron estas vacaciones, me encontré un diario de vida. Releyendo, me encuentro con mis anotaciones de un curso online gratuito que tomé para cuidar mi tiempo hace unos años atrás Orgullosa constato, hoy, las consecuencias que ha tenido y cuánto he aprendido a cuidarme. De algún modo, tiempo es lo único que tengo. Y decidir sabia-mente qué hacer con él es algo que me apasiona.
Vengo a compartirte parte de ese aprendizaje.
Lo primero que aprendí, fue a mirar de frente lo finito de las horas del día. Y de mi vida. Desde ahí, humildemente, creo que se me hizo fácil reconocer lo valioso de detenerme a reconocer qué es lo que es importante y qué es lo que no. Y que eso que no es importante, lo puedo soltar. Al envejecer, comprendo más el cuidarme como un dejar ir, resistir, renunciar, resignar, decir “no, gracias”. De esa honesta mirada a mi humana existencia, cada año nace una visión. A ella le pido que oriente mis fuerzas y esfuerzos. Ella es la que me ayuda a que, luego, frente a cualquier decisión sobre el uso de mi tiempo, pueda revisar si es o no consistente con esa visión. Si no lo es, suelto, sin demora, sin cuestionamiento, ni contratiempos y vuelvo a centrarme. ¡Esto ha sido de gran ayuda!
Lo segundo es recordar que mi energía es limitada, que varía según la época del año, la hora del día, con quién me encuentre, dónde, entre otras cosas que aún estoy descifrando. En especial ahora que ando de climatérica, sintiendo el peso de la vida y de la muerte de una renovada forma. Lo que, la verdad, agradezco, porque contribuye a re-ordenar mis prioridades, cuando se me desordenan. Es esta conciencia la que sustenta mi amor por los hábitos y las rutinas, porque ellos, aprendí en ese curso, y practico cada vez que puedo, reducen la cantidad de energía que empleo en mis actividades diarias. ¡Y eso es un placer!
Desde que me comprometí a cuidar mi energía, cada vez me rodeo de más rutinas y rituales. Cosas que hago exactamente iguales, día tras día o vez por vez. Eso me ahorra tomar decisiones y acciones innecesarias. ¡Otro placer! De hecho, me entretiene irme inventando formas de facilitarme las cosas. Como somos mejores amigas con la complejidad, siempre es bienvenido –y clamo- aquello que me hace más fácil la vida.
Mis rutinas son las formas en que administro mi energía. Dentro de ellas, una de las últimas es el diario encuadre compasivo con el que comienzo, por la mañana mi día. Es lo primero que hago cuando me instalo en mi escritorio. Con lápiz y papel, en el cuaderno que es mi asistente fiel, de lunes a viernes, es lo primero que hago al iniciar la jornada. Con la mente fresquita, me detengo unos momentos a discernir qué es lo importante del día (no lo urgente), qué es lo entretenido, qué puedo dejar para otro día y qué es probable que olvide. Y voy anotando, cuidando (aprendí) dejar una línea en blanco entre los distintos puntos. Sobrecargar el papel y mi equilibrio emocional, son una y la misma cosa, aprendí al encuadrarme de esta forma. Necesito que haya espacio entre un punto y otro. Tan simple y concreto como eso. ¡Sí! Del mismo modo que necesito espacio para respirar y procesar, entre un compromiso y otro, entre un paciente y otro, y así.
¿Qué resultado ha tenido este encuadre de cuatro puntos? Pues que alivia y previene mi sufrimiento. Por eso su apellido es compasivo, en la medida en que me ofrece días con menos esfuerzo, con menos estrés y desequilibrio y mayor coherencia a mi visión de quién quiero ser y qué quiero hacer este año.
Uno de los dulces frutos de usar este cuadro, es tomar conciencia de lo fácil que me resulta llenarme de cosas “importantes” (aunque a veces ni lo sean). También que no me es fácil ofrecerme algo “entretenido” todos los días. Sí, todos los días quiero algo entretenido en mi vida. Sigue siendo un desafío, también, resistir la tentación de hacer todo en un día. Es una suerte de entrenamiento en humildad reconocer y recordar que no todo es importante, que me canso si hago mucho, que nadie espera que lo haga todo hoy, ni siquiera que lo tengo que hacer yo y soltar la satisfacción de sentirme poderosa por todas las cosas que estoy haciendo, aunque sea a costa de la que estoy siendo.
Todos los días son distintos. Algunos son más fáciles que otros. Los hay en los que hay casillas vacías. Sí, hay días en que no hay nada entretenido. También, días en los que nada es particularmente importante. Y está bien para mí que así sea. Estoy aprendiendo a hacer ese encuadre cada vez más manejable y amable conmigo. Es una forma concreta para aplicar toda la ternura y la fiereza de mi autocompasión.
El truco mágico ha venido de la mano de la sabiduría del “menos es más”, sin lugar a dudas. Máximo 5 cosas importantes por día, por considerar un promedio. Máximo. La mayoría de los días son 3. ¡Cuando tengo dos entretenidas en un día, es un día de fiesta! Así llevo en paz la relación con mi agenda, mis compromisos y energía, cuidando mi naturaleza inquieta, voraz, climatérica y curiosa.
Al menos así lleva siendo, hasta el momento, el desafío de encuadrar mis días sin sufrir yo, ni hacer sufrir a otros (que es lo que hacemos, sin quererlo –y a veces sin darnos cuenta- cuando nos descuidamos). Por supuesto hay días en que me desequilibro, o la agenda se me desequilibra. Cambia la vida, cambio yo, a pesar de mi compasiva inclinación a las rutinas y rituales de autocuidado. Sobre “hacer menos para lograr más” y “darle prioridad a lo que tiene mayor impacto sobre mis metas” sigo aprendiendo. No siempre tengo claras mis metas, ni sé si lo que quiero es lograr “más”.
Por ahora, este año intentaré seguir presente en mis vulnerabilidades y limitaciones humanas para encuadrarme (d)espacio, a mano, con papel y lápiz, en una dirección respetuosa con mis tiempos y energías; y los tiempos y energías de todos aquellos con los que mi camino me invita a encontrarme.
Sinceramente gracias por tu atención hasta aquí y feliz si quieres compartir conmigo qué has aprendido tú de cómo cuidar los tiempos de tu vida.
Último día vacaciones 2025, a punto de volver a mis queridas rutinas y rituales.

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